Archivos Mensuales: enero 2011

Las últimas fotos con el sello Kodachrome

El final anunciado de la histórica película Kodachrome nos ha dejado unas imágenes a modo de epílogo. Las fotografías tomadas por Steve McCurry con el último carrete producido por la compañía norteamericana, y que Kodak decidió ceder al fotógrafo de National Geographic por ser uno de los mayores representantes de la «imagen Kodachrome» en el mundo. Con esta película diapositiva realizó sus más grandes trabajos, como la histórica portada de la niña afgana. Aquí podemos ver algunas de esas instantáneas:

Dalpine, una librería con la mejor fotografía

Siempre es interesante que nazcan nuevas propuestas, y la de la librería online Dalpine, es una de ellas. Dentro del espectacular «boom» que está viviendo el libro fotográfico, donde las autoediciones y las editoriales independientes se han multiplicado en los últimos tiempos, la distribución es pieza fundamental en este proceso. Por muchos y buenos trabajos que aparezcan, si no encuentran un canal para que puedan llegar al público, el recorrido no culminaría como debiera. Al menos entendiendo el libro fotográfico como pieza creada para ser disfrutada popularmente.

Aunque en España todo ese auge del libro fotográfico está ralentizado por la situación general del panorama cultural, con la debilidad de la estructuras económicas y el escaso apoyo a las nuevas propuestas que se salgan de los nombres monopolizadores, los fotógrafos existen y están deseando encontrar cauces para dar a conocer su creatividad y sus ideas. En este sentido, Dalpine puede ser una nueva plataforma donde apoyarse para dar a conocer sus obras.

El catálogo que tienen por ahora es verdaderamente selecto. Desde Joan Fontcuberta a Andrés Marroquín, incluyendo reediciones como el gran «Infinito» de David Jiménez. En general, libros con un concepto detrás, más que una exposición de imágenes en tamaño libro. Aunque, un conjunto tan selectamente atractivo para los ojos de un fotógrafo, siempre puede resultarlo menos para los no fotógrafos. Ya que, como recordaba Carlos Spottorno en la charla que tuvimos en La Piscifactoría Laboratorio de Creación con Ricardo Cases, durante el ciclo «Los libros de los fotógrafos», hablando precisamente de Dalpine, se trata de un conjunto de «libros de fotógrafos hechos para fotógrafos, que sólo interesan a éstos».

Más allá de esta opinión, que puede tener su parte de razón en el muchas veces mundo endogámico que se convierte la fotografía, el objetivo final es inmejorable. Ya sólo queda que esta plataforma recién nacida, siga avanzando y se convierta en el escaparate de toda una generación de fotógrafos que necesitan ser visualizados.

Muere el fotógrafo Milton Rogovin

Milton Rogovin, un gran fotógrafo documental, el fotógrafo de «los olvidados» como le gustaba llamarse, nos ha dejado a los 101 años. Durante su carrera, Rogovin fijó el objetivo de su cámara en los más desfavorecidos y necesitados, con unas fuertes convicciones ideológicas que le llevaron a ser perseguido por el famoso Comité de Actividades Antiamericanas del senador Joseph McCarthy. Nacido en Nueva York, en 1909, hijo de emigrantes lituanos, alcanzó el reconocimiento con uno de sus más conocidos trabajos, que fue el que realizó en varios países, como Francia, Escocia o China, sobre los trabajadores de las minas de carbón. También los agricultores, los indios norteamericanos, las personas que vivían en la calle, que no tenían empleo, tuvieron hueco en su obra. “Toda mi vida me fijé en los pobres”, decía en 2003. “Los ricos tienen sus propios fotógrafos.” Y siempre utilizando una respetuosa forma de acercarse al retratado, directa, donde la dignidad de la persona trasciende sus condiciones sociales o económicas.

Recordemos alguna de sus fotografías:

La fotografía documental y algo más

Cada vez es más habitual por parte de los fotógrafos documentales narrar sus historias a través de diferentes soportes. El vídeo, la imagen fija y el sonido se muestran muchas veces unidos, en un completa manera de abordar un tema. En este sentido, muchos fotógrafos se han tenido que reciclar y aprender nuevos medios de expresión, como el vídeo, que exigen una diferente forma de afrontar el registro de las imágenes y su discurso narrativo.

Pero inevitablemente Internet ocupa cada vez más espacio como plataforma de difusión, y es evidente que las posibilidades que ofrece provoca que se busquen novedosas maneras de interactuar con el espectador. La fuerza de la imagen fija no va a desaparecer, pero, sea como complemento a esas fotografías, o como elemento de elaboración propia, el que se podría denominar fotovídeo documental o ensayo multimedia va a ocupar un espacio cada vez más importante, con unas riquezas todavía por exprimir.

En la red ya se pueden encontrar espectaculares ejemplos creativos y discursivos. Por ejemplo, la resuelta determinación que han tomado los fotógrafos de la agencia Magnum en adaptarse a los nuevos tiempos e ir introduciéndose en estos nuevos registros. También MediaStorm es un espectacular muestrario de grandes historias, mostradas con sabiduría, talento y calidad. Un placer pasar unos minutos u horas por sus archivos.

Relacionado con este pequeño boom de este tipo de creaciones, está también buscar lo que se podrían denominar «nuevos campos de cultivo económico», ante la crisis que están viviendo los medios impresos, y con ellos, una de sus partes más frágiles, los fotógrafos. Aunque esas posibilidades de ingresos, como casi todo en la red relacionado con la creación y la información, están todavía por desarrollar. Esperemos que pronto se encuentre la llave que permita generar contenidos de calidad y recursos de cantidad (y calidad) para todos esos grandes contadores de historias.

Ya, sólo queda preguntarnos, ¿hora de aprender Final Cut?.

La maravillosa historia de Vivian Maier

La fotografía es tan inabarcable en ocasiones, que en cualquier momento te puedes sorprender con un nuevo hallazgo. La fuerza de la imagen fija impacta como ninguna otra creación artística de una forma inmediata y directa. Más allá del origen o la intención del fotógrafo. Y en este aspecto, y debido al acceso democrático y popular al medio, el alcance puede traspasar cualquier barrera. Puede ser la creación reposada de un extraordinario artista del medio o la modesta y sincera instantánea de un aficionado.

Pero casos como el de Vivian Maier desde luego que no son tan fáciles de encontrar. Una fotógrafa desconocida que, cuando ya estaba al borde de la muerte, es descubierta por un historiador, John Maloof, después de comprar miles de negativos en una pequeña subasta de antigüedades. Así, y gracias a algunos datos que aparecen en los sobres de las imágenes, descubre su nombre, y conoce que es una anciana enferma a la que sería difícil ya visitar. Aunque, poco a poco, y gracias a la ayuda de diferentes conocidos de Vivian Maier, empieza a reconstruir su vida. La historia de una joven estadounidense, nacida en 1926, que creció en Francia, y que retornó a los Estados Unidos en la década de los 50, y que pasó la mayor parte de su vida en Chicago, trabajando como niñera.

Y, detrás de esa vida que se podría considerar sencilla y anodina, descansaba una mente curiosa y un ojo creativo para todo lo que le rodeaba. Algo que plasmaba en imágenes gracias a un intenso amor hacia la cámara fotográfica. Su Rolleiflex le acompañaba durante los paseos por la ciudad o los numerosos viajes que realizó, y seguramente siempre iba con ella allá donde fuese. Todo atraía su curiosidad. Los juegos de los niños, los paisajes, los reflejos de los escaparates o las mujeres en un día de compra, nada escapaba a su cámara, siempre alerta.

De esta manera, Maier acumuló un trabajo inmenso que llega prácticamente a los 100.000 negativos, realizados en su mayor parte en blanco y negro, aunque también tiene una importante colección en color. Un conjunto de imágenes que muestra la labor de una gran «fotógrafa de calle» de difícil catalogación. Fotografías más formales y racionales, conviven con otras de difíciles encuadres y confusas que composiciones, que podrían haber salido perfectamente del gran Lee Friedlander. Es difícil decir si conocía a los grandes fotógrafos de la época, ya que no lo podemos saber de primera mano, pero da la impresión de que así es, y que muchos de ellos pusieron un pequeño granito de arena en su obra. Algo que, claro está, no le resta valor, ya que lo complementa con una instintiva forma de ver el mundo a través de la fotografía.

Pero, por encima incluso de su indudable alcance, lo más apasionante es pensar en una persona que estuvo durante toda su vida haciendo fotografías, y documentando la vida que veía alrededor, sin las grandes pretensiones ni la ambición de trascender con su trabajo. Al menos, no hay constatación de que ella intentara mostrar ese trabajo al mundo. Al revés, lo tenía prácticamente oculto, sólo para deleite de sus ojos. Seguramente, en una pequeña habitación del Chicago de la época, Maier repasaba sus copias en papel, disfrutando de los instantes que había conseguido atrapar, y reiría, y se emocionaría hasta llorar, viendo toda la magia que es capaz de captar una cámara.

La obra de la fotógrafa norteamericana ha sido expuesta ya en numerosos países, y está en proceso de elaboración un libro con su trabajo. Además en un blog, el propietario de las imágenes, John Maloof, va subiendo cada cierto tiempo fotografías de ella, para deleite de todos. Ahora su objetivo es encontrar una institución, o crear una fundación, que se ocupe de la conservación y la divulgación de todo este legado.

El fotoperiodista: objetivo de guerra

Aunque en muchas ocasiones se ponga en duda la ética de los fotoperiodistas de guerra y de conflictos, principalmente por personas que poco conocen la profesión, y que son especialistas en generar debates donde no los hay, la labor que realizan es indispensable en la sociedad en la que vivimos. Acuden a los lugares que necesitan ser mostrados, y ponen rostro a tantas y tantas tragedias como lamentablemente ocurren en el mundo. Se juegan la vida, con un beneficio económico cada vez más limitado, y luchando por mostrar sus fotos en unos medios de comunicación que son cada vez más reacios a «manchar» sus pulcras páginas con muertes, guerras y violaciones de derechos humanos que empañan las magníficas estampas publicitarias de las que viven.

Y pese a que pudiera ser contradictorio, y el avance de los tiempos debería resultar en una mayor protección de los fotógrafos y periodistas, progresivamente se ha ido desprotegiendo a estos trabajadores, y últimamente se han convertido en el blanco fácil de los que no quieren que se sepa la verdad. Mostrar la realidad molesta, y la fotografía sabe mostrar esa realidad como pocas cosas pueden hacerlo. Ahí radica su fuerza, y ahí radica la debilidad de quien lucha por sacar la verdad adelante. Y el problema es que «ningún bando» tiene gran interés en defenderles. Ejemplos tenemos en todos «los bandos» de actuaciones deleznables, en las que muchos fotógrafos han perdido la vida o han quedado gravemente heridos, con unas investigaciones opacas donde nadie ha tenido mucha preocupación en encontrar a los culpables.

La última víctima «colateral» ha sido el fotógrafo francés Lucas Mebrouk, que se debate entre la vida y la muerte tras haber sido herido por un bote de humo cuando cubría las manifestaciones en Túnez que han llevaron al derrocamiento del presidente Zine el Abidine Ben Ali. Según algunas informaciones que han sido recogidas por la organización Reporteros Sin Fronteras, el bote fue lanzado a corta distancia y de forma deliberada por la policía. De nuevo, matar al mensajero, matar el mensaje, esconder la verdad. Y, como en tantas ocasiones, nadie detenido, nadie acusado, y en poco tiempo todo se irá olvidando, y los fotoperiodistas se encontrarán en la misma situación, y temiendo similares resultados.

Aquí podemos ver una de sus últimas fotografías. Esperemos que no sean las últimas:

De papel y tinta: American Photographs

Si hay un nombre que marcó la fotografía de la primera mitad del siglo XX, ése es el de Walker Evans. Un fotógrafo indomable que introdujo un documentalismo objetivo, distante y frío, que, navegando a contracorriente, consiguió poco a poco marcar un nuevo camino donde la fotografía podría desarrollarse de forma libre, y sin ataduras propagandísticas o sentimentales de ningún tipo. Más lírico, más poético, más difícil en ocasiones de comprender.

En 1938 el Museo de Arte Moderno de Nueva York (Moma) dedicó a Evans la primera exposición individual a un fotógrafo de su historia. Y en paralelo a ese gran acontecimiento, publicó también el libro «American Photographs». Un libro que fue fuente de inspiración de toda una generación de fotógrafos que llegaron con posterioridad y que encontraron en las imágenes de Evans una invocación a la creación más personal e íntima. El trabajo de Robert Frank, Lee Friedlander o incluso Diane Arbus no podría entenderse sin su ruptura previa.

«American Photographs» contiene 87 fotografías tomadas entre los años 1929 a 1937, que a modo de gran retrato anónimo de la sociedad americana de la época, abarca temas que van desde la Gran Depresión, a la industrialización o la arquitectura del momento. Retratos, fachadas de edificios, escaparates, patios… todo lo que le llamaba la atención a lo largo de sus numerosos viajes por el interior de los Estados Unidos. Unas imágenes que no tenían la finalidad concreta que otros fotógrafos contemporáneos imprimían a su trabajo, ya fuera por una serie de motivaciones sociales o políticas. En Evans, su trabajo documental es una puerta abierta a una gran amplitud de significados, cuya motivación es simplemente exponer una visión personal del mundo.

Esta visión libre y única no fue bien entendida a lo largo de su carrera. Así, su experiencia como fotógrafo para la Farm Security Admnistration, que tenía una clara misión propagandística a la hora de vender a la opinión pública el gasto que se estaba realizando para ayudar a «las víctimas» de la Gran Depresión, estuvo marcada por la falta de entendimiento con el jefe del departamento, Roy Stryker. Stryker buscaba imágenes que llegaran con facilidad al corazón de los norteamericanos, y las imágenes de Evans eran demasiado «radicales» para tales propósitos. De esta manera, su etapa en esta organización estatal fue de poco más de un año, ya que su jefe acabó despidiéndole.

Evans huía de etiquetas y encasillamientos. En una época extremadamente politizada, no buscaba la verdad, ni la realidad, simplemente invocar sus entrañas para mostrar al mundo lo que veía, y del modo en que lo veía. Sus creaciones nos han quedado como testimonio vivo de una forma de interpretar la realidad, con todas las limitaciones e ilimitaciones de una cámara fotográfica.

Fotógrafos: Leonie Purchas

Leonie Purchas (1978) es una joven fotógrafa británica que, tras iniciar su carrera dentro del fotoperiodismo, ha comenzado en los últimos años a realizar interesantes trabajos documentales, del que hay que destacar indudablemente «In the shadow of things». En este proyecto, Purchas retrata el día a día de su madre Bron, que padece una enfermedad mental llamada Desorden Compulsivo Obsesivo, que le provoca numerosos desequilibrios y depresiones. En estas imágenes, la fotógrafa nos muestra la compleja coexistencia con una persona a la que quieres, pero cuya situación provoca una tensión y un conflicto evidente.

Imágenes difusas, con luces apagadas, en muchos casos desenfocadas, nos sumergen en un mundo complejo, igual que los sentimientos que pueden generar situaciones parecidas, donde el amor y la culpa algunas veces se debaten en un combate sin claro ganador ni vencedor. Un estilo personal de abordar visualmente el trabajo que poco tiene que ver con sus otros proyectos, que podríamos denominar como «clásicos». Sin duda que este lenguaje más expresivo puede derivar de la influencia que han tenido sobre ella los talleres a los que ha asistido de fotógrafos como Anders Petersen y Antoine D´Agata. Creadores que buscan una visión más emocional de la fotografía. «In the shadow of things», que le ha permitido conseguir premios como el prestigioso Paul Huf, como la vida que retrata, está inacabado, pero la editorial Contrasto publicará un libro durante este año 2011.

Hay que señalar que Leonie Purchas colabora con publicaciones como The Sunday Times Magazine, The Saturday Telegraph Magazine, Portfolio Magazine y Newsweek, y realiza también trabajos en vídeo.

La frase fotográfica de los viernes

“El fotógrafo tiene que mostrar, no demostrar”.

Ivo Saglietti

Ricardo Cases en La Piscifactoría

Dentro de las actividades que estamos preparando en La Piscifactoría Laboratorio de Creación, una vez al mes nos visitará un fotógrafo para hablarnos de su trabajo y poder preguntarle todo lo que queramos. Para empezar estas charlas, que hemos llamado «Palabra de fotógrafo», tendremos al gran Ricardo Cases, que vendrá a presentarnos su último libro, «La caza del lobo congelado». De él podemos decir que es colaborador habitual de El Magazine de El Mundo, fundador del colectivo BlankPaper, seleccionado para Descubrimientos Photoespaña en 2006 y Premio Nuevo Talento FNAC de Fotografía 2008 y Foto-reportaje ARCO en 2007. Esta charla será el sábado 22 de Enero, a las 20:00, en nuestra sede situada en la calle Manuela Malasaña, 11 – 1ºIzq, de Madrid. La asistencia será libre hasta completar aforo.

Como responsable del área de fotografía, queremos que la escuela sea un lugar vivo, en el cual no sólo se impartan cursos y talleres. Así que os animo a que asistáis a esta seguro interesante y divertida charla.